11/16/2010

LA PERDIDA AUDITIVA,CAUSA DEL EXTRAVÍO DE LOS DELFINES


Nuevas investigaciones sobre la causa del extravío de delfines -incidentes en que estos animales marinos, debilitados o muertos, aparecen varados en las playas- demuestran que en algunas especies el problema es el mismo. En un mundo en que el sentido auditivo es tan o más valioso que la vista, muchos padecen sordera.

Esta comprensión, obtenida a través de exhaustivos estudios sobre la actividad cerebral de los delfines, ayuda a explicar por qué animales de una inteligencia tan elevada pueden cometer un acto tan torpe. Al ser incapaces de utilizar el sonido para allegarse comida o encontrar a los miembros de su familia, los delfines acaban
debilitados y desorientados.

Los investigadores de la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica y de la Universidad del Sur de Florida dicen no haber podido precisar qué causa la pérdida auditiva. Puede ser un defecto genético, edad avanzada o una cacofonía de sonidos marinos producidos por el hombre, como el sonar de la Marina, que en años recientes se ha vinculado con varias especies de mamíferos marinos que han quedado varados en las costas.

“La rehabilitación es muy costosa y exige tiempo”, dice David Mann, profesor de la Universidad del Sur de Florida, quien es el autor líder del estudio. “Si el delfín está sordo, no tiene caso rehabilitarlo y después soltarlo”.

Lo mejor es mantenerlos en áreas protegidas.

El estudio, en el que también participaron connotados científicos, como Randall Wells de la Sociedad Zoológica de Chicago, se llevó a cabo este año en el Golfo de México, el Atlántico y el Caribe, entre varias especies de delfines y ballenas pequeñas, en zonas donde cada año se registran unos 1,600 mamíferos varados. Los científicos encontraron que la creciente incidencia de ruido en los mares ha influido en la sordera de delfines. Lanchas rápidas, barcos pesqueros, grandes cruceros, explosiones de exploraciones petroleras, pruebas de sonar de la Marina y Guardia Costera, y muchos otros han resultado en la afectación genética.

Fuente: David A. Fahrenthold / The Washington Post