NOTICIA DE PRENSA
Desde 1991, el nivel del mar en la región ha subido en aproximadamente tres milímetros al año y las temperaturas elevadas prolongadas ya han dado dos episodios de blanqueo masivo y severo de los corales de la zona. Cuando la temperatura del agua aumenta por encima de los niveles normales el alga que rodea los corales y que es la que les da color y alimento se desprende, lo que provoca que el coral se vuelva blanco y quede desprotegido. La mayoría de los arrecifes se enfrenta a un futuro complicado si los gobiernos no actúan para limitar las emisiones.
Las previsiones, si no cambian las cosas, es que la temperatura del mar continúe subiendo y que en el 2100 sea entre uno y tres grados centígrados más alta que en la actualidad. La dimensión de los daños dependerá de si hay un acuerdo global, pero también de lo preparado que esté el ecosistema.
Por ello, mientras los gobiernos aspiran a llegar a un acuerdo en la próxima conferencia de Cancún sobre cambio climático, en noviembre, los expertos en Australia han decidido unir fuerzas y prepararse para hacer frente a lo peor.
"El calentamiento afecta también a las tortugas, porque sabemos que la temperatura de la arena es la que determina el sexo de las tortugas. Si los huevos logran mantenerse por debajo de una temperatura determinada, nacerán machos, por lo que están naciendo muchas más hembras", explicó Richard Leck, de la organización WWF: "Es muy difícil hacer predicciones sobre los impactos específicos del cambio climático", dijo David Souter, director del Centro de Investigación del Arrecife y del Bosque Tropical (Reef and Rainforest Research Centre). "Si reducimos las presiones no relacionadas con el cambio climático y adoptamos estrategias de gestión innovadoras, mitigaremos algunos aspectos del cambio climático, podremos mantener comunidades diversas del arrecife a corto plazo y daremos a la Gran Barrera una mayor posibilidad de sobrevivir a largo plazo", añade Souter.
"Australia cuenta con el plan de zonas especiales que la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral creó en julio del 2004 y que prohíbe la pesca y la navegación en el área protegida", precisa este investigador.
Este plan vela por la totalidad de la Gran Barrera pero establece una protección extraordinaria para un 33% del área, once millones de hectáreas, y ofrece fórmulas para paliar los efectos negativos que la medida tiene para los pescadores y los recolectores de cangrejos.
El gobierno federal, el gobierno del estado de Queensland, ecologistas, empresarios, granjeros y los propietarios ancestrales de la tierra (las comunidades aborígenes) están haciendo todo lo posible para que –al menos– parte de la Gran Barrera de Coral pueda sobrevivir al aumento de las temperaturas del agua del mar, la acidificación de los océanos, el incremento de la severidad de las tormentas y el paso de miles de barcos todos los años.
"En algunas zonas la polución del agua por los fertilizantes usados por los granjeros hace proliferar las algas hasta tal punto que están anegando los corales", explicó a este periódico la experta australiana Katharina Fabricius, del Instituto Australiano de Ciencias Marinas. La elevada presencia de algas mata algunos tipos de coral por lo que no sólo se está reduciendo el tamaño y el número de arrecifes, sino también su biodiversidad. La cantidad de algas se ha multiplicado por cinco y la calidad del agua está por debajo de lo aceptable en un 22% de los arrecifes, según cálculos de este instituto, que cuenta con datos recopilados en más de 2.000 puntos de 150 arrecifes desde 1992.
El gobierno federal ha iniciado un programa, con unos 140 millones de euros en fondos, para que los granjeros reduzcan el uso de fertilizantes. Un grupo de casi 1.500 voluntarios (trabajadores del sector turístico, pero también pescadores y agricultores) hace un seguimiento en varias áreas de la Gran Barrera para controlar los niveles de polución y la calidad del agua mediante la recogida de muestras de clorofila.
El gobierno federal también ha puesto en marcha el Plan de Acción de Cambio Climático para la Gran Barrera de Coral, al que ha dedicado 6,4 millones de euros en un periodo de cinco años para entender qué nivel de vulnerabilidad existe y ayudar a fortalecer el ecosistema, y desarrollar programas piloto para determinar qué políticas y acciones deben llevarse a cabo.
El incremento de dióxido de carbono en la atmósfera causa el aumento de la acidez del agua, lo que frena la calcificación de los corales, indispensable para su desarrollo.
En los últimos 20 años, el crecimiento de la Gran Barrera de coral ha disminuido en un 14%. Ahora, la concentración de CO2 en la atmósfera es de 380 partes por millón (ppm) y si el ritmo de emisiones se mantiene se podrían superar las 500 ppm con una subida de la temperatura de dos grados, entre mediados y finales de siglo. Llegados a tal extremo el desarrollo de los corales se reduciría en un 40%. Son cálculos realizados por un equipo de científicos internacional publicados por la revista Science hace dos años. Además de la acificación de los océanos, los corales tienen que lidiar con el blanqueamiento de sus esqueletos.
En la Gran Barrera, ha habido dos casos de blanqueamiento masivo de corales, en 1998 y en 2002, cuando se perdieron algunos corales cerebro, llamados así por la forma que tienen. Algunos suman hasta 1.000 años de antigüedad y, a veces, si no han sido afectados de forma fulminante por el proceso de blanqueamiento, recuperan su vitalidad y el color.
Pero si no lo hacen, en su lugar, nacen corales que crecen más deprisa, y por ello cambia la composición de la Gran Barrera de Coral.
Por si los fertilizantes, el dióxido de carbono en la atmósfera y el estrés térmico no fueran suficientes, la Gran Barrera también sufre el tormento del paso constante de miles de barcos. Según las últimas estadísticas disponibles (del año 2004), casi 60.000 barcos de recreo están registrados en la costa de Queensland; además de los 1.500 operados por el sector turístico y 1.000 de pesca comercial. Y las cifras siguen subiendo debido al crecimiento de la industria minera australiana y de sus exportaciones a Asia.
El pasado mes de abril, el carguero chino Shen Neng 1, que transportaba 65.000 toneladas de carbón y 975 de carburante, entró en una zona protegida de la Gran Barrera de Coral y quedó varado dejando una cicatriz en el coral de tres kilómetros de largo y 250 metros de ancho. A este tesoro marino, declarado patrimonio de la humanidad, le salen enemigos por todos lados.
Las previsiones, si no cambian las cosas, es que la temperatura del mar continúe subiendo y que en el 2100 sea entre uno y tres grados centígrados más alta que en la actualidad. La dimensión de los daños dependerá de si hay un acuerdo global, pero también de lo preparado que esté el ecosistema.
Por ello, mientras los gobiernos aspiran a llegar a un acuerdo en la próxima conferencia de Cancún sobre cambio climático, en noviembre, los expertos en Australia han decidido unir fuerzas y prepararse para hacer frente a lo peor.
"El calentamiento afecta también a las tortugas, porque sabemos que la temperatura de la arena es la que determina el sexo de las tortugas. Si los huevos logran mantenerse por debajo de una temperatura determinada, nacerán machos, por lo que están naciendo muchas más hembras", explicó Richard Leck, de la organización WWF: "Es muy difícil hacer predicciones sobre los impactos específicos del cambio climático", dijo David Souter, director del Centro de Investigación del Arrecife y del Bosque Tropical (Reef and Rainforest Research Centre). "Si reducimos las presiones no relacionadas con el cambio climático y adoptamos estrategias de gestión innovadoras, mitigaremos algunos aspectos del cambio climático, podremos mantener comunidades diversas del arrecife a corto plazo y daremos a la Gran Barrera una mayor posibilidad de sobrevivir a largo plazo", añade Souter.
"Australia cuenta con el plan de zonas especiales que la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral creó en julio del 2004 y que prohíbe la pesca y la navegación en el área protegida", precisa este investigador.
Este plan vela por la totalidad de la Gran Barrera pero establece una protección extraordinaria para un 33% del área, once millones de hectáreas, y ofrece fórmulas para paliar los efectos negativos que la medida tiene para los pescadores y los recolectores de cangrejos.
El gobierno federal, el gobierno del estado de Queensland, ecologistas, empresarios, granjeros y los propietarios ancestrales de la tierra (las comunidades aborígenes) están haciendo todo lo posible para que –al menos– parte de la Gran Barrera de Coral pueda sobrevivir al aumento de las temperaturas del agua del mar, la acidificación de los océanos, el incremento de la severidad de las tormentas y el paso de miles de barcos todos los años.
"En algunas zonas la polución del agua por los fertilizantes usados por los granjeros hace proliferar las algas hasta tal punto que están anegando los corales", explicó a este periódico la experta australiana Katharina Fabricius, del Instituto Australiano de Ciencias Marinas. La elevada presencia de algas mata algunos tipos de coral por lo que no sólo se está reduciendo el tamaño y el número de arrecifes, sino también su biodiversidad. La cantidad de algas se ha multiplicado por cinco y la calidad del agua está por debajo de lo aceptable en un 22% de los arrecifes, según cálculos de este instituto, que cuenta con datos recopilados en más de 2.000 puntos de 150 arrecifes desde 1992.
El gobierno federal ha iniciado un programa, con unos 140 millones de euros en fondos, para que los granjeros reduzcan el uso de fertilizantes. Un grupo de casi 1.500 voluntarios (trabajadores del sector turístico, pero también pescadores y agricultores) hace un seguimiento en varias áreas de la Gran Barrera para controlar los niveles de polución y la calidad del agua mediante la recogida de muestras de clorofila.
El gobierno federal también ha puesto en marcha el Plan de Acción de Cambio Climático para la Gran Barrera de Coral, al que ha dedicado 6,4 millones de euros en un periodo de cinco años para entender qué nivel de vulnerabilidad existe y ayudar a fortalecer el ecosistema, y desarrollar programas piloto para determinar qué políticas y acciones deben llevarse a cabo.
El incremento de dióxido de carbono en la atmósfera causa el aumento de la acidez del agua, lo que frena la calcificación de los corales, indispensable para su desarrollo.
En los últimos 20 años, el crecimiento de la Gran Barrera de coral ha disminuido en un 14%. Ahora, la concentración de CO2 en la atmósfera es de 380 partes por millón (ppm) y si el ritmo de emisiones se mantiene se podrían superar las 500 ppm con una subida de la temperatura de dos grados, entre mediados y finales de siglo. Llegados a tal extremo el desarrollo de los corales se reduciría en un 40%. Son cálculos realizados por un equipo de científicos internacional publicados por la revista Science hace dos años. Además de la acificación de los océanos, los corales tienen que lidiar con el blanqueamiento de sus esqueletos.
En la Gran Barrera, ha habido dos casos de blanqueamiento masivo de corales, en 1998 y en 2002, cuando se perdieron algunos corales cerebro, llamados así por la forma que tienen. Algunos suman hasta 1.000 años de antigüedad y, a veces, si no han sido afectados de forma fulminante por el proceso de blanqueamiento, recuperan su vitalidad y el color.
Pero si no lo hacen, en su lugar, nacen corales que crecen más deprisa, y por ello cambia la composición de la Gran Barrera de Coral.
Por si los fertilizantes, el dióxido de carbono en la atmósfera y el estrés térmico no fueran suficientes, la Gran Barrera también sufre el tormento del paso constante de miles de barcos. Según las últimas estadísticas disponibles (del año 2004), casi 60.000 barcos de recreo están registrados en la costa de Queensland; además de los 1.500 operados por el sector turístico y 1.000 de pesca comercial. Y las cifras siguen subiendo debido al crecimiento de la industria minera australiana y de sus exportaciones a Asia.
El pasado mes de abril, el carguero chino Shen Neng 1, que transportaba 65.000 toneladas de carbón y 975 de carburante, entró en una zona protegida de la Gran Barrera de Coral y quedó varado dejando una cicatriz en el coral de tres kilómetros de largo y 250 metros de ancho. A este tesoro marino, declarado patrimonio de la humanidad, le salen enemigos por todos lados.
Leído en La Vanguardia
La gran barrera de coral : La Gran Barrera de Coral (Great Barrier Reef) es el mayor arrecife de coral del mundo. El arrecife está situado en el Mar del Coral, frente a la costa de Queensland al noreste de Australia, al sureste de Nueva Guinea occidental y al sur de Papúa Nueva Guinea. El arrecife, que se extiende sobre unos 2600 kilómetros de longitud, puede ser distinguido desde el espacio.
El primer explorador europeo que divisó la Gran Barrera de Coral fue el Capitán James Cook en su viaje de 1768. Cook descubrió el arrecife cuando encalló en él el 11 de junio de 1770
.Una gran zona del arrecife está protegido por el Parque Marino de la Gran Barrera de Coral. La Gran Barrera de Coral ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1981. Con una extensión de 34.870.000 ha.
( FUENTE: Wikipedia )