La datación por radiocarbono se utiliza para determinar la edad de muchas cosas, desde objetos antiguos hasta corales prehistóricos en el fondo del mar. Pero en un estudio reciente, se ha empleado este método para obtener detalles sobre una emisión de dióxido de carbono en las profundidades oceánicas que acabó alcanzando la atmósfera al final de la última era glacial.
El equipo de investigación ha descubierto que un rápido aumento en las concentraciones de CO2 atmosférico coincidió, también en la atmósfera, con una cantidad reducida de carbono-14 con respecto al carbono-12.
Esto sugiere que durante el final de la última edad de hielo hubo en la atmósfera una gran liberación de CO2 muy viejo, procedente de las profundidades marítimas.
El estudio, a cargo del equipo de Tom Guilderson del Laboratorio Nacional estadounidense Lawrence Livermore, sugiere que la liberación de CO2 pudo acelerar el deshielo que siguió a la era glacial.
Durante la última era glacial, hace aproximadamente entre 110.000 y 10.000 años, los niveles más bajos de CO2 atmosférico fueron acompañados por concentraciones atmosféricas mayores de radiocarbono que se han atribuido a un mayor almacenamiento de CO2 en aguas oceánicas abisales con poca ventilación.
La circulación oceánica del agua era significativamente diferente de la actual, y el carbono se almacenaba en las profundidades del mar de un modo que los científicos todavía no han esclarecido por completo.
Los análisis realizados en la nueva investigación apuntan a que las aguas más profundas, sustancialmente pobres en carbono-14, fueron atraídas a las capas superiores, y ésta fue la principal fuente de CO2 durante la desglaciación.
Los datos sugieren que el afloramiento de esta agua profunda se produjo en el Océano Antártico, cerca de la Antártida.